El camino de Jesús

Hay cuatro tipos de personas: las que ven únicamente lo bueno en todas partes; las que, menos espirituales en su visión, miran lo bueno como bueno y lo malo como malo; las que cierran sus ojos a lo bueno y miran únicamente lo malo, y, finalmente, las peores de todas: las que aún lo bueno, lo juzgan malo. Nadie trae riqueza cuando nace ni se la lleva cuando muere. Cualquier riqueza que uno acumule debe compartirse libremente con otros. Las flores esparcen fragancia, los árboles ofrecen frutos en abundancia. En vez de aprender las lecciones que ellos enseñan, el hombre anda en pos de los caprichos de sus sentidos y ambiciona fama y autoridad sobre otros. El contento es la mayor y más preciada riqueza; la codicia trae desdicha. Sólo el contento tiene la virtud de llevar al hombre hacia la meta de su vida: la Divinidad.

Un corazón tierno es más valioso que todas las posesiones materiales. Cuando se adquiere excelencia moral y espiritual, se hace patente lo divino en el hombre. (…)

El hombre ha venido a este mundo como mensajero de Dios. Jesús se anunció como mensajero de Dios. Pasó muchos años en austeridad a fin de poder derramar compasión y amor sobre toda la humanidad. Después, él se preguntó: “¿Soy sólo un mensajero o estoy más estrechamente relacionado con Dios? ¿Soy una parte de Dios con lo divino como esencia?” Jesús pasó doce largos años errando solo por los desiertos dedicado a esta indagación. Al final de este período, retornó entre los hombres y anunció: “Yo soy el hijo de Dios”.

En esa época, los sacerdotes de Jerusalén se habían vuelto corruptos y venales. Habían degenerado en hombres soberbios y egoístas. Jesús los condenó y trató de arrancar de raíz las costumbres perniciosas. Puesto que a sus ojos todas las formas eran divinas, él no podía tolerar ninguna acción que contradijera esa postura. Así, cuando la gente le preguntaba quién era, él tenía la convicción para responder: “Yo y mi Padre somos uno”. Jesús trató de enseñar a cada uno la paternidad de Dios y la hermandad del hombre. Hombres tradicionalistas y llenos de egoísmo consideraron a Jesús un falso profeta y emplearon todos los medios para impedir su misión. Sin embargo, él no vaciló y, enfrentando toda oposición, continuó siendo ejemplo de verdad viviente y purificando a la sociedad. Muchos discípulos lo siguieron, pero a lo largo de la historia, como ha ocurrido con Rama, Krishna, Jesús y Mahoma, esos discípulos, pese a su cercanía, raramente se han consagrado por completo. La mayoría sólo son devotos a medias. Jesús tuvo doce discípulos, de los cuales la mayoría tuvieron fe en él y vivieron sus enseñanzas, pero Judas cedió a la codicia. Traicionó a su maestro por treinta monedas. No tuvo ya alegría en la vida después de este acto, su mente le negó la paz y tuvo que buscar refugio en el suicidio. La traición de gente que simula adorar ha ocurrido en todas las épocas. Gente corrupta, egoísta y ambiciosa esparce falsedades acerca de sus propios maestros. Oímos de Judas desde hace 2000 años. Pero en la era de Kali la gente está obsesionada por el dinero y los Judas se han multiplicado. Anhelan acumular mezquinas riquezas, cuando en realidad el buen carácter, la conducta recta y el conocimiento de Dios son los tres verdaderos tesoros que deben ser reunidos.

Tierras y edificios, oro y plata, dólares y otras divisas son temporales y triviales. Constituyen posesiones sólo mientras dura la vida, pero aquellos tres tesoros persistirán, los sostendrán y los fortalecerán a ustedes hasta que alcancen la unión con el infinito.

El hombre es perito en astronomía; sabe todo acerca de la Tierra, está enterado de todo lo que pasa en América, Rusia e Inglaterra, pero no sabe quién es él, y por eso, todos los demás conocimientos no lo hacen sabio. Está ansioso por reunir información acerca de todo, pero nunca se pregunta: “¿Quién soy yo?”, no obstante que usa libremente y casi siempre las palabras “yo” y “mío”. Ustedes son el labriego; el cuerpo es el campo. Siembren la semilla del bien y recogerán la cosecha de la felicidad; siembren la semilla del mal y cosecharán dolor. Ustedes son la causa de una y otra consecuencia. No culpen a otros ni le atribuyan parcialidad a Dios. Sobre todo, no se aferren a este transitorio mundo objetivo; está lleno de aflicción y cambios; cultiven desapego, ecuanimidad, autocontrol y amor. Adquieran el conocimiento acerca de los niveles superiores de conciencia y los planos más elevados de existencia. El conocimiento conduce a la habilidad. De la habilidad en el empleo de tal conocimiento, uno consigue equilibrio. Deben reconocer que esta vida es una etapa en el largo peregrinaje y que ahora nos encontramos en un hotel, un lugar de descanso temporal que también tiene un vigilante, la mente, de manera que no se sientan permanentemente atados a la mente o al cuerpo. Este cuerpo “negativo” tiene el positivo de la divinidad dentro de él. Cuando se vuelvan infinito amor omnímodo, lo Divino se manifestará en ustedes, a través de ustedes. Traten de ser como Jesús. Jesús era una persona cuya sola alegría estribaba en esparcir Amor Divino, ofrecer Amor Divino, recibir Amor Divino y vivir en el Amor Divino.

Dios ha encarnado en forma humana para inspirar a los hombres a seguir ideales superiores, no sólo en la India sino también en otros países. Los hombres pueden tener lenguas y estilos de vida diferentes, pero Dios es uno y está en todas partes. Todas las religiones hablan de Él como amor y como alcanzable por medio del amor. Las formas de adorar a Dios difieren porque están modeladas por el tiempo y el lugar, pero el amor es el contenido básico de todas las formas. Todos los corazones hablan y entienden el lenguaje del corazón. Realmente, sólo hay una raza y ésta es la raza humana. Ahora consideramos esenciales las mezquinas distinciones de nacionalidad, raza, religión y lenguaje y retenemos el amor que debe fluir desde nuestro corazón hacia cada uno. Tales fueron la vida y el mensaje de Jesús. Foméntenlos en su corazón. Sientan a Jesús como su mensajero enviado por Dios.

Sathya Sai Baba
Fragmentos del Discurso del 25 de diciembre de 1979

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