
¡Encarnaciones del Alma Divina! Habiendo logrado la rara fortuna de tener un cuerpo humano, el hombre debe esforzarse por manifestar a la Divinidad misma. Una vez obtenida ésta, nada más necesita ganarse.
El gorrión está alerta para beber las primeras gotas de nectarina lluvia que caen de la nube. No permite ni siquiera que el temible tifón, ni las reverberaciones del trueno, ni los cegadores destellos de los relámpagos, ni los desastrosos rayos que caen de las nubes distraigan su concentración. El aspirante espiritual también debe, de la misma manera, llenar su corazón con el anhelo por Dios y esperar Su nectarina gracia de amor, sin dejarse distraer o perturbar por la alegría o el dolor, la ganancia o la pérdida, el honor o el deshonor, el ridículo, la oposición o hasta el odio dirigido hacia él por sus padres, parientes y compañeros.
Pero la mayoría de los aspirantes de hoy sólo están actuando y pretendiendo estar progresando espiritualmente. Sus oraciones y peticiones al Señor surgen, no del corazón, sino sólo de los labios. Si el Señor les toma la palabra y se presenta ante ustedes ofreciéndoles la liberación que exigen, empiezan a balbucear y a temblar. “¡Oh Señor! Yo pedí la liberación sólo como una fórmula repetitiva. No deseo la liberación si implica abandonar a mi esposa e hijos y a mi riqueza duramente ganada. Confiéreme este don después de mi muerte. Entonces lo acogeré”.
Un cortador de leña un día recolectó y amarró una pesada carga de leña ya que ese día necesitaba un dinero extra. En la senda de la jungla, esperó largo rato por alguien que pudiera ayudarle a levantar la carga en su cabeza. Quejándose de su trágica pobreza, maldijo su destino y le oró patéticamente a Yama, el Dios de la Muerte. “¿Porqué me has olvidado? Tómame bajo tu custodia, termina con esta miserable vida”. Entonces Yama se apareció en respuesta a su llamado. “Ven, Te llevaré a mi reino”, le dijo Yama. El leñador respondió, “No tan pronto, querido amigo, pero puedes hacerme otro servicio, por favor levanta este fajo de leña y colócalo sobre mi cabeza”.
Estos aspirantes regatean con Dios. Tratan de usar al Señor para resolver sus problemas y prometen adorarlo si les trae prosperidad. ¡Creen que pueden tentarlo con dones de dinero, cocos, etcétera! ¡No! Ofrézcanle una fe firme, un amor puro y desinteresado.
El hombre no ha intentado comprender la magnificencia del amor ni sus preciosas posibilidades. El amor es mucho más valioso que toneladas y toneladas de erudición y títulos kilométricos delante del nombre de uno. Coloquen éstos en uno de los platos de la balanza llamada ‘vida’ y una sola gota de amor divino en el otro. La gota pesará más que toda la parafernalia.
El aspirante espiritual debe adherirse al ideal de lo bueno como la serenidad, la pureza y la ecuanimidad. Su naturaleza innata y la crianza social pueden ayudarlo en esto, pero él debe cultivar consciente y firmemente esta perseverancia para alcanzar la pureza de pensamiento, palabra y acción. Es un error atribuir los altibajos de la vida a la voluntad de Dios.
El amor implica comprensión y, en consecuencia, simpatía y compasión. Éstas confieren bienaventuranza divina. Pero el hombre carece de amor y también de bienaventuranza. Si los hombres forman grupos conflictivos y planean destruirse unos a otros, ¿cómo puede la felicidad y la paz residir en ellos? Los antiguos mitos hablan de guerras de exterminación entre dioses y demonios, y entre hombres y demonios, pero la historia de hoy en día registra guerras entre demonios que se hacen llamar hombres.
El amor está dirigido a fines egoístas. El sacrificio y la caridad se llevan a cabo para el auto engrandecimiento. Una persona dona diez rupias e insiste en que el hecho sea publicado con un título de treinta centímetros de largo. La gente toma parte en el servicio social a fin de hacerse propaganda. ¿Cómo puede ser consumido el dulce contenido si la botella está apretadamente tapada con los dos corchos que son la pompa y la publicidad personal? Éstos deben ser removidos por medio del sacacorchos de la abnegación. Entonces las virtudes innatas del amor y el sacrificio pueden emerger y elevar sus vidas.
Los días sagrados como la Noche de Shiva, poseen la importancia de recordar en la mente del hombre su deber de imponer un ‘ayuno’ a los sentidos y una ‘vigilia’ a su inteligencia para mantener alejados los impulsos e inclinaciones contaminantes. Este es el día en que Shiva consumió el veneno mortal que amenazaba con destruir el mundo y salvó a la humanidad de la perdición.
El aspirante a la gracia divina tiene que recordar este día con gratitud. Él no debe exaltarse cuando su felicidad es promovida ni debe desanimarse cuando cae en la miseria. “¡Que se haga Tu voluntad, no la mía!” debe ser su constante afirmación. Pocos buscadores intentan caminar por el sendero que lleva a Dios, siguiendo los ideales que Él establece.
Siguen sus propios instintos y juicios y obtienen aflicción y desesperación como recompensa. No están conscientes del sacrilegio que están cometiendo. Proclaman que Dios es el motivador interno y que Él está presente en todas partes, pero se comportan como si Él estuviera ausente en los lugares donde no quieren que Él esté. Desperdician un tiempo precioso en secas discusiones y controversias acerca de Dios. No permitan que la mente more en las faltas y vicios de los demás; estará contaminada por ello. Fíjenla en la equidad y en la virtud de los otros; con ello será santificada.
Yo sé que durante momentos de frenesí emocional, ponen a un lado su verdadera naturaleza y se complacen en maltratar a los demás o en desear que les pase alguna calamidad o en regocijarse de sus aflicciones. Tales malos pensamientos se van implantando en sus propias mentes y crecen desmedidamente, produciendo para aflicción y deshonor que ustedes mismos consumen. ¿Por qué preocuparse por los demás? Hablen con ellos si los quieren. Si no los quieren, déjenlos solos. ¿Por qué buscar faltas y hablar mal de ellos? Hacer esto invita a una caída espiritual. Tales personas pierden todas las ganancias que esperaban obtener por medio de la repetición del nombre del Señor, la meditación o hasta de la visión divina. Quedarán amargados a pesar de todas estas disciplinas espirituales.
La mente del hombre debe sufrir una transformación. Debe promover, no las ataduras, sino la liberación. Debe volverse hacia Dios y hacia adentro, no hacia el mundo y hacia afuera. Sólo entonces pueden los intentos de transformación económica, política y social tener éxito en levantar el destino del hombre. La mente juega muchos trucos para complacerles y darles una gran opinión de ustedes mismos. Se deleita en la hipocresía, cabalgando en dos caballos al mismo tiempo. Pueden postrarse ante Swami y declarar que se han rendido ante Él. Pero, una vez que se han ido, puede que se comporten de otra forma y permitan que la fe se esfume. El hacer prácticas espirituales es su deber, su impulso más recóndito, su genuina actividad. Dejen el resto a la voluntad de Dios. Esto es lo que deben aprender en esta sagrada Noche de Shiva.
Sri Sathya Sai Baba
Fragmentos del Divino Discurso del 29 febrero de 1984